Este capítulo se refiere a su plena madurez física, intelectual y artística, y donde prosigue su incansable labor pictórica y docente, en medio de las nuevas corrientes e «ismos» que dispersan en tendencias a los jóvenes contemporáneos.
Su posición artística y su ubicación se pueden definir por dos versiones que transcribimos: Una extensa crónica de set/1958 del crítico J.P. Argul, y un reportaje de marzo/1958 del Arq. García Esteban, que ya adelantamos en pagina 9.
En el XII Salón obtiene «Mención Banco República», Medalla de Bronce, en la sección Pintura por su óleo «Flores», que presenta de fondo a las flores un grabado en blanco y negro, tema poco usado en esa época.
En agosto de 1949 en el Salón XIII obtiene Premio especial, Medalla de Bronce, en la sección Pintura por su óleo «Paisaje» (Maldonado) (lámina reproducida en el catálogo), con tema de suburbio con pinos, ganado y lejanías.
En crónica de La Nación de Buenos Aires, del 9 de octubre de 1949, referente a este Salón, se expresa: «los demás paisajes serios de la actual exposición pertenecen a la paleta masculina. Hay que citar por su temple el de Guillermo Rodríguez, siempre insertando el ganado en la campiña feraz con amor de buen criollo».
The Library of Congress- Washington, en su «A Guide to the Art of Latin America», en sus páginas 448 y 450 menciona al profesor Guillermo C. Rodríguez.
Casi al cumplir 60 años de edad, presenta renuncia a profesor de Grabado de la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad del Trabajo (22 de agosto de 1949), para dedicarse más de lleno a sus tareas artísticas particulares.
Como grabador es invitado y participa en Marzo de 1949 en exposición Internacional de Grabado en París, con dos Grabados: La Majada y Diligencia en marcha.
Interviene en una exposición de grabadores uruguayos, organizada por el «Departamento de Escuela de Temporada y Cursos de Extensión Universitaria de Santiago», que lleva la artista Celia Giacosa (ex – alumna de Guillermo C. Rodríguez) y la que dicta un curso de xilografía.
Lo eligen a Guillermo C. Rodríguez como presidente del «Sindicato libre de Pintores, Escultores y Grabadores del Uruguay», entidad fundada en 1945 y que integran 50 artistas.
Esta entidad realiza salones de exposición, como los del año 1955 (17 set.) y 1959 (8 de agosto), donde exponen los asociados en diversas técnicas.
El 17 de octubre de 1949 expone en la «X Exposición de la Asociación de Artistas Plásticos del Uruguay» realizada en el Salón Moretti.
Obtiene el Premio «Cámara de Senadores», Medalla de Bronce en la Sección Pintura, por su óleo «Cipreses y Flores» (reproducido en el catálogo).Realiza varios cuadros con tema de jardines y cipreses, en el jardín del actual Museo Zorrilla de San Martín de Punta Carretas, combinando el verde oscuro de los cipreses y los muros terracota de la casa, cambiando totalmente la paleta de paisajes anteriores. Sobre este tema realiza varios acertados cuadros con esta nueva paleta.
En agosto de 1950 es designado Presidente del Primer Congreso de Artistas Libres del Uruguay realizado en el Museo Municipal de Bellas Artes de la Ciudad de Salto, donde presenta la ponencia sobre «Aporte de los Municipios a la Ornamentación Artística en la Nomenclatura Urbana» que es aceptada por unanimidad (hay folletos y textos).
Por 1950 es invitado de honor por la Intendencia Municipal de Salto (fuera de concurso) al Primer Salón del Litoral (Nacional de Artes Plásticas) en homenaje de la Intendencia al General José G. Artigas en el año del primer centenario de su fallecimiento. Expone óleo Jardín del Museo Zorrilla.
En setiembre de 1950 participa con 10 xilografías en la «Exposición de Grabados» organizada por la Comisión Nacional de Bellas Artes junto con otros artistas como Petrona Viera, Domingo de Santiago, etc.
Participa en la «XIII Exposición Anual de la Asociación de Artistas Plásticos del Uruguay», realizada en el Salón «Au Vieux París».
Por estos años realiza una serie de estudios con la técnica de la tempera, a pedido de Horacio Arredondo, director del Museo Histórico Municipal, sobre juegos y costumbres del Montevideo de fines del siglo 19, en temas como: La quema del Judas, Riña de Gallos, La gallina ciega, La hamaca, La rayuela, Las fogatas de San Juan, Cometas en la costa, Loterías de cartones, El mensajero, El organillero, Fiesta del palo enjabonado, El aguatero de campo, etc.
Estos temas rescatan y fijan las escenas costumbristas y populares de la ciudad, de las reuniones familiares y juegos infantiles, con la gracia y sencillez de su época, desaparecidos con la actual vida moderna ciudadana.
Del citado libro de Gabriel Peluffo sobre el Paisaje (pág. 82) extractamos:
«En este sentido, el parque y la fiesta ciudadana, constituyen durante la década del cuarenta, temáticas recurrentes en artistas como Guillermo Rodríguez, Domingo de Santiago, María Rosa de Ferrari, Brenda Lissardy, entre otros».
interviene en la «Primera Exposición de Otoño organizado por el Instituto Italiano Di Belle Arti» realizado en la Scuola Italiana, participando con dos óleos y dos xilografías. Catálogo incluye xilografía «El Éxodo» fuera de concurso.
1951 – En enero de 1951 por sus obras de temas criollos y su vinculación, es designado para el Consejo Directivo y permanente de la «Federación Histórica Nativista Oriental».
En agosto en el XV Salón Nacional de Pintura y Escultura, expone un óleo «Cerro Betete», que pertenece a una serie de cuadros de serranías de Maldonado y Minas.
Participa en la Exposición de Laureados y Expositores del Salón Nacional de Bellas Artes realizado en el Club «Progreso» de Lascano.
En el Salón Municipal VIII de Artes Plásticas, obtiene el Premio Adquisición.
Participa en el Primer Salón Bienal de Artes Plásticas (reservado para artistas premiados), organizado por la Comisión Nacional de Bellas Artes.En catálogo figura óleo «Tambo criollo» como Primer Premio del año 1947 y xilografía como gran Premio 1946.
El 2 de diciembre realiza una exposición individual de Grabados, Monocopias y Pasteles en la Galena Moretti -Arte, en la calle B. Aires 528 y conjuntamente expone esculturas Moller de Berg.
En el semanario Marcha el crítico Arq. García Esteban expresa: «Actualmente se abrió una exposición de grabados y monocopias de Guillermo Rodríguez que sostuvo su alta condición de maestro de la técnica xilográfica, dentro de un naturalismo sensible».
Participa en la «Exposición de Pintura Uruguaya», realizada en la Galería Moretti – Arte el 3 de noviembre 1953, con 3 óleos.
Coopera invitado en la «lera. Exposición del Dibujo» en Enseñanza Secundaria.
El 17 de noviembre de 1953 interviene en la «XVI Exposición Anual de la Asociación de Artistas Plásticos del Uruguay», realizada en el Club Municipal.
El Museo Blanes de la I.M.M. le adquiere un retrato al óleo realizado por el año 1912, por el pintor Milo Beretta de Guillermo C. Rodríguez, para su acervo escaso de este pintor nacional, el cual refleja la pintura de la época.
1954 – Participa en la «XVII Exposición Anual de la Asociación de Artistas Plásticos del Uruguay», realizada en el Club Municipal.
1955 – Participa en la Exposición de 29 Artistas del «Sindicato Libre de Pintores Escultores y Grabadores del Uruguay», presentada por el Club Neptuno, en su sede.
El 17 de setiembre de 1955 participa junto con otros 50 artistas en el «1er. Salón Anual del Sindicato Libre de Pintores, Escultores y Grabadores del Uruguay» con óleos y grabados, realizado en el Subte Municipal. Guillermo C. Rodríguez fue Presidente de esta organización democrática por el año 1958.El folleto trae reproducciones de lo expuesto.
Posteriormente este grupo artístico realiza una segunda exposición (7 de agosto de 1959) en el mismo local.
SERIE DE TEMAS SOBRE LAGUNA DEL SAUCE.
Participa en el «II Salón Bienal de Artes Plásticas» organizado por la Comisión Municipal de Bellas Artes, con 5 cuadros con temas sobre Puerto Previtali en Laguna del Sauce (folleto con reproducciones). En esta zona pinta serie de temas de la Laguna y sus hermosos paisajes, por la sede de su amigo el pionero contador Previtali, en una época aún poco explorada en esa región.
Obtiene el Premio adquisición de un grabado con destino al Museo «Juan Manuel Blanes», por su obra «El Ombú». Este tema del ombú fue interpretado al óleo en anteriores oportunidades con mucho éxito, como árbol representativo criollo.
En enero de 1956 dicta un cursillo sobre «Reseña histórica del grabado xilográfico, su técnica y su estética», bajo los auspicios del «Instituto de Estudios Superiores» en los Cursos de Vacaciones de la Universidad (3 clases).
Invitado participa en forma honoraria (ya jubilado) en estos cursos universitarios de Verano, en el tema del grabado y del arte, como profesor.
Es invitado por el Ministro de Relaciones Exteriores para intervenir con obras suyas en una «Biblioteca Viajera» -«San Martín -Artigas» para recorrer varias provincias argentinas.
La revista «Rotaruguay» en su número del mes de Noviembre/1956, órgano oficial del Rotary Club del Uruguay, publica en su carátula el grabado en madera «Gracia Amanecida» que ilustra uno de los versos del libro de Blas S. Genovese.
Participa en la Exposición Artística organizada por la Comisión Juvenil de Cultura de la Asociación Cultural Israelita.
El 13 de junio de 1956 expone y dicta clases prácticas para aficionados con impresión y tacos de madera sobre el grabado en la Exposición Didáctica «El Grabado» organizada por el Consejo Departamental de Montevideo, en el salón del Subte Municipal.
Participa en una Exposición artística en la ciudad de Santiago, con grabados.
El grabador francés IVÉS ALIX (1890) por carta le agradece y elogia el pedido de un envío de 2 xilografías de temas criollos. Este artista había integrado la Exposición de 54 grabadores franceses en Montevideo en 1947, que comentamos anteriormente, (ver página 27)
Participa especialmente invitado a la «lera. Expositión Biennale Internacionale de Gravure» celebrado en Tokio con 5 grabados (hay cartas), respecto a esta importante muestra.
El 31 de diciembre de 1957 la revista «Información de Arte», pág. 5 dedica un artículo y gráficos, y en comentario lo llama «el patriarca del grabado nacional».
Presenta exposición individual de Grabados en la Institución «Erato», presentándolo el escritor Mario Radaelli.
Concurre al «XXI Salón Nacional de Artes Plásticas», organizado por la Comisión Nacional de Bellas Artes, con 2 óleos, y en la sección Dibujo y grabado con 2 xilografías.
El 15 de octubre de 1958 realiza una importante exposición individual y retrospectiva de variadas técnicas con pasteles, grabados y con trabajos seleccionados por el crítico de arte en la Galería «Montevideo de Artes Plásticas».
El conocido crítico José Pedro ARGUL (1903 – 1974) autor de importantes libros sobre el Arte, y que fuera Presidente de la Asociación Internacional de Arte, Sección Uruguay, escribió en el folleto de Setiembre de 1958 que respaldaba la exposición retrospectiva en su «Galería Montevideo» la siguiente crónica, que transcribimos textualmente:
Quien se detenga a observar el desarrollo de la actividad pictórica en el Uruguay, muy pronto ha de darse cuenta que ésta se cumple en la mayoría de los casos por personas que dotadas de condiciones de expresividad estética realizan muy especialmente sus labores, con poco tesón de trabajo y sin pretender ensanchar sus conocimientos hacia otras técnicas o disciplinas que aquellas que adaptaran o aprendieran en sus estudios primeros o elecciones iniciales. De ahí que el sentido profesional del pintor que ha cumplido asiduamente su función y que ha incursionado de manera eficiente en disímiles cuestiones de géneros y procedimientos de su oficio, debe ser advertido en nuestro medio como verdadera excepción, que desde luego, resulta un mérito. Guillermo C. Rodríguez, nacido en Montevideo en 1889, de padres Uruguayos, es uno de los casos más notorios en el Uruguay contemporáneo de profesionalización de las Bellas Artes. Es un obrero del quehacer artístico, decimos en su honor. Sus manos han estado de continuo en el ejercicio de la obra de arte, sin descanso, no conociendo reposo tanto en los periodos en el que presiente poder volcar totalmente su intuición creativa en el trabajo, como en aquellos otros instantes menos felices en la vida de los artistas, cuando lo que producen no satisface los anhelos y propósitos intuitivos. Esta consecuencia de la producción incesante perfila uno de los rasgos más seguros de una personalidad a quien no le mellaron las desatenciones, los desencantos, la incomprensión, porque Rodríguez es uno de estos artistas suramericanos netos que saben muy bien que el desinterés circundante entra desde el comienzo vocacional como un material a devastar.
Si la observación se dirige fuera de su conducta moral profesional y se considera su obra como ente aislado, es ya más difícil cursar un perfil único del autor. Guillermo C. Rodríguez ha ¡do dejando a la historia de las artes uruguayas aportes notorios, ciertamente valiosos, obras concluyentes, pero el ensamblamiento de ellas se hace arduo, ya que se instalan en zonas específicas o categóricas muy diferentes, muy alejadas las unas de las otras. Por el mismo aislamiento de estos «hechos del artista», ellos se revelan más nítidamente; veamos entonces, la pluralidad de facetas en su obra.
Fue en su juventud, por el año 1912, discípulo del pintor Pedro Blanes Viale. Era el momento del auge universal del paisaje y, en nuestro ambiente artístico, del descubrimiento del paisaje nativo, en sus luces y en su carácter. Como en todo instante de fervor por una preferencia, éste era excluyente: todo ser viviente queda desplazado en el mirar paisajístico; lo que se buscaba era la naturaleza libre; lo que interesó fijar y exaltar al plenairismo, con su reciente salida del taller al aire libre, y que aquí importara Blanes Viale, era la naturaleza desnuda en sus campos ardientes de sol o los jardines radiantes y solitarios. Rodríguez adhirió a esa paleta en moda, de los tonos claros, cantarines, con los que ha de pintar largamente. Dueño desde sus comienzos de un dibujo habilísimo busca dentro de la tendencia adoptada la expansión de sus condiciones personales; elige los pedregales de los campos para tratar las formas geológicas, satisfaciéndose al mirar las aristas minerales; pintor respetuoso del natural, goza cuando como en esos motivos el modelo externo le apoya el sentido constructivo con las visibles geometrizaciones. Cuando ya entrado en madurez pinta los paisajes costeros, siempre en el enfoque de las soledades, la matización de los agrisados entra en sus designios; esa serie de paisajes de Atlántida, con la que obtiene el más alto lauro del Salón de Otoño de 1928, representa su mejor calidad plástica. En el paisaje historiado. Deseoso de dar mayor utilidad a la facundia dibujística, e ir fijando con sus posibilidades de relator^ descriptivo y cariñoso, las imágenes del folklore de su pueblo y atento a sus posibilidades, Rodríguez comienza posteriormente a su práctica de la naturaleza solitaria, su labor de narrador, poblando sus paisajes de convoyes de carreta serpenteando las laderas cerriles, de diligencias corriendo veloces a campo traviesa, de las cabalgatas juveniles en las playas turísticas. Las descripciones están fielmente observadas, su modestia, puede asegurarse, le quita la antipatía del pintorequismo y su imagen vive por el amor al relato.
Quiere este pintor el contacto de los ingredientes de su paisaje. Si mira animales elige los de condición doméstica. Sus modelos son el buey arador o el de la carreta; sus caballos son los criollos del tiro liviano; las majadas son cortas y pastan en chacras; en lo posible desea la identificación de cada animal como pudieran ser reconocibles los animales que inspiraron églogas de tantos poetas europeos de comienzos de siglo; con igual tratamiento afectivo los ha pintado Guillermo Rodríguez en no escasos cuadros.
Ejecutado en los años 1929 y 1930 su largo óleo «Éxodo del pueblo oriental», de 7 mts. de largo por 3 mts. de alto, describe uno de los episodios más salientes de la historia patria, así como culmina la eficiente técnica del pintor. Reflexionemos delante de esta tela tan grande, acompañándonos de las advertencias que para este caso hubiera dado Eugenio D’Ors.Tenía el maestro de la crítica española el instinto del verdadero experto de artes plásticas para dirigir su olfato a las obras de arte de mayor calidad, y aunque sabía arriesgarse – como debía – a la defensa de las más auténticas evoluciones del Arte Moderno, no podía a la vez, dejar de atender a la razón y conversando con ella, escuchaba a su filósofo apócrifo, Octavio de Romeu, quien aseguraba que de todas maneras era más difícil pintar en un cuadro diez figuras que una sola. ¿Le impresionaban acaso a D’Ors las «machines» de los salones académicos?. Las «machines», esos grandes cuadros fueron dificultosos, pesantes y palurdos, y lo que destaca precisamente a este «Éxodo del Pueblo Oriental», tan diferenciado en dimensiones de otros lienzos del autor, es el brío de su resolución, la felicidad con que el autor ha dominado esta tan extensa pintura, sin usar en la composición puntos notorios de estabilización de la mirada, articulando toda la tela con un movimiento ágil, más propio, si se quiere, del cuadro de caballete que de un verdadero mural. Y sobre esta dinámica compositiva del cuadro triunfa el valor pictórico: el de su color alegre, limpio, del pintor iniciado en el luminismo polícromo. Este óleo que decora el hall del Palacio del Correo es uno de los más felices cuadros históricos o de largo aliento pintados en el país.
De lo extenso recorre el artista a lo mínimo. De la sonora y larga clarinada del «Éxodo del Pueblo Oriental», donde el óleo fulgura, Guillermo C. Rodríguez va a las páginas de las acuarelas en las que superpone al blanco del papel las sutiles gasas de colores, agua apenas entintada, o va a los pasteles de corto tamaño (1942) donde el nervioso polvillo de los pasteles hace temblar a la reducida lámina como un pequeño ser vivo. Las acuarelas pintadas en los suburbios de Maldonado o de los cerros circundantes de la agreste «Loreley» son amplias, jugosas, demasiado ligeras (puede observársele) para quien es capaz de dibujar con gran precisión. En los pasteles, atraído por la tradición de los paisajistas franceses del siglo XIX, se hace más íntimo y tierno. En el gusto de los paisajistas de la escuela barbisoneana trabaja Rodríguez sus bellos croquis al pastel, dibujando con ellos los senderos campesinos, los pequeños bosques, el remanso de un arroyo, un espejo de agua, con animales o figuras humanas, apenas anotados para no perder el encanto de las grandes soledades y silencios rurales que bellamente consigue.
Cabría preguntar si cuando en el año 1934 inicia su labor de xilógrafo, sin por ello abandonar la pintura, no lo hizo buscando una recreación de sí mismo. Actividad tan diferente de la pintura le tomó, también puede decirse, por entero. La vida artística de Guillermo C. Rodríguez más que un todo, es una suma de partes autónomas.El grabado en madera es por ello una de sus fases «totales». Su pasión y goce de sus maderas, de sus tintas, de sus papeles, le vuelcan entero. El número de sus piezas es importante, es la cantidad de una vida de grabador.
Además, Rodríguez predica el grabado por doquier, en instituciones culturales, en los liceos de la Capital y del interior, en salones colectivos; se rodea de discípulos; enseña a grabar en público, al igual que un obseso de la especiallzación. Obra múltiple y calificada y ánimo generoso en la divulgación de sus conocimientos hicieron de él un verdadero jefe de escuela del grabado del Uruguay, cuya influencia queda bien marcada en las presentaciones numerosas de grabadores en el Salón Nacional.Su iniciación de grabador cumplióla adhiriendo a la vivacidad de una corriente de xilógrafos cuyo paradigma lo encontramos en Franz Masereel.Guillermo C. Rodríguez graba sus maderas al igual que el belga con ágiles y sueltos tajos equilibrando, casi a partes iguales en sus mejores maderas, las cantidades de los blancos y los negros. Con estos grabados reproduce escenas de campo, paisajes, el trabajo urbano y tras la indicación de Daumier, la bien observada resignación de los pasajeros de los ferrocarriles. Cuadros históricos, grabados, paisajes. En todas estas disciplinas el autor se propuso, por voluntad propia, mantenerse en la posición naturalista de descripción de las cosas lugareñas. En ningún momento ensayó violentar la sencillez y el candor de la mirada directa. Deliberadamente este artista, excelente comentarista de los ejemplos de los grandes pintores, de vastísima ilustración en la historia del arte como no quiso crear más que en la humildad. En ese plano sencillo vio la conveniente postura para un auténtico desarrollo colectivo del arte en su ambiente y en su época. Cuando muestra sus cuadras y grabados y explica el proceso de sus creaciones, este artista que ha obtenido el halago de muchos triunfos, desea más que conquistar admiraciones, que su público comparta la emoción estética, la ternura evidente de los motivos que el país le inspira y que a él le exigen en la tarea de artista Incansable. José Pedro Argul».
Durante Enero – Febrero de 1958 expone en el Liceo de Maldonado, junto con otros pintores, Invitado para los festejos del «Bicentenario de la fundación de la Ciudad», como pintor del paisaje de la zona, desde principios de siglo.
Expone 14 obras: acuarelas, óleos y grabados, referidos a temas de Maldonado.
«Breve historia sobre el arte del Grabado». La revista Esfuerzo en 1958 publica este trabajo de Guillermo C. Rodríguez, del cual extractamos estos interesantes conceptos sobre el arte de la xilografía: «De acuerdo con el concepto que sobre la xilografía sustentan los artistas flamencos y alemanes, el grabado en madera es lo contrario de un dibujo: blanco sobre negro, en vez de negro sobre blanco.
Es por esta razón de principio que un grabado en madera que se parezca o confunda con un dibujo constituye una herejía. Del mismo modo consideramos condenable el paciente rayado hecho en un grabado, con el fin de lograr diversas gamas de grises, cosa que mejor encuadra cuando se trata de pintura. Nada de matices. Sólo la oposición y contrastes de blanco y negro, distribuidos según la ley de equilibrio y armonía. El negro, color admirable pero desconocido por los grabadores tradicionales, despojado del Inútil rayado y de las tallas que fatigan nuestra percepción, sin agregar valor alguno al grabado, ha sido cantado en páginas modernas de admirable belleza».
El 11 de setiembre de 1958 en el Museo de Arte Moderno (Plaza Cagancha, bajos de El País) diserta sobre el arte del grabado y sus limitados precursores en el Uruguay.Menciona Laporte y Ernesto Laroche, Federico Lanau y Domingo de Santiago, como principales.Participa en la «1 era. Bienal Interamerlcana de Pintura y Grabado1‘ realizada en la ciudad de México.
Se presenta en el «X Salón Municipal de Artes Plásticas» realizado en el «Subte Municipal» bajo los auspicios del Concejo Departamental de Montevideo (12 de nov. 1958) y el Jurado adquiere para el Museo J. M. Blanes un grabado «Paisaje de Maldonado», reproducido en el Catálogo.
El Concejo Departamental de Montevideo editó una «Revista del Museo Municipal de Bellas Artes» – «Juan Manuel Blanes» que en su página 19 hace referencia a los valores de los grabados que posee dicho Museo, entre ellos los de Guillermo C. Rodríguez.En la página 35 figura la reproducción del cuadro hecho por MILO BERETTA destacando los detalles del mismo, donde la figura central es el Profesor Guillermo C. Rodríguez, comentándose el mismo en la página 37.
En abril de 1958 participa con 3 xilógrafos en el «1er. Salao Pan Americano de Arte» realizado en Río Grande do Sul con motivo de conmemorarse los 50 años de fundación del Instituto de Bellas Artes de Río Grande del Sur.
Realiza una Exposición individual de xilografías en el Liceode Castillos (Rocha) organizado por su Director Sr. Sangulnetti.
El 8 de agosto de 1959 participa en el Segundo Salón Anual del «Sindicato libre de Pintores, Escultores y Grabadores del Uruguay» en el Subte Municipal (8 al 17 de agosto de 1959) con grabados y pasteles, pocos días antes de fallecer.
Participa por última vez con un envío de dos temperas al «XXIII Salón Nacional de Artes Plásticas», a inaugurarse el 25 de Agosto de 1959.Pero su fallecimiento previo e imprevisto el 12 de ese mes, provocó gran pesar en el medio artístico y en la prensa.
El escultor José Luis Zorrilla de San Martín en el importante discurso inaugural del Salón, realiza una magistral reseña de los pintores nacionales, en una evocación desde los fundadores como Juan Manuel Blanes hasta Figari, Barradas y Torres García. Finalizando sus palabras expresa, como Presidente del Jurado del Salón N.de Artes Plásticas y ante las autoridades máximas del país como el Presidente del Gobierno y el Ministro de Instrucción Pública lo siguiente:
» Y llegamos por fin al que acaba, hace pocos días, de terminar su larga y fecunda trayectoria. A Guillermo Rodríguez, personalidad múltiple, que unió a indiscutibles condiciones de pintor, realizador de telas de gran composición y envergadura, el talento y la vocación de grabador en madera y cobre, que supo enseñar con apasionado ahínco a través de largos años de austera consagración.
He citado 40 nombres solamente, en esta rápida enumeración, en la que quizás olvide alguno.
Son los que, en el transcurso de un siglo consagraron sus vidas a las artes plásticas, con personalidades muy diversas, obedeciendo a credos estéticos a veces opuestos, pero todos dignos de intensa y admirativa recordación».
Prosigue su discurso el escultor Zorrilla planteando el enfrentamiento entre abstractos y figurativos:
«Nunca se habían planteado quizás, más crudamente las divergencias de criterios como en estas horas que estamos viviendo, en las que la tendencia a la abstracción pura se opone a la tradicional posición de respeto a las antiguas leyes, que guiaron a través de las épocas a los plásticos de concepto figurativo.
No puedo menos de recordar ahora, y como broche final de estas modestas palabras mías, una frase, admirable para mí, que está estampada en el «Fermentario» de Carlos Vaz Ferreira, y que condensa la posición que toma el viejo y admirable meditador y maestro que él era, frente a los problemas de los días que estamos viviendo:
Y dice Vaz Ferreira: «Fórmula para recibir cualquier novedad de arte: bienvenida! Siempre que sea, además de todo, y no en lugar de nada».
El 12 de agosto de 1959 fallece tras brevísima enfermedad en plena actividad en Montevideo, y es sepultado en el Cementerio Central.En el acto del sepelio con gran concurrencia, destacan su personalidad hablando el Profesor Dr. José F. Arias y otros artistas, como el pintor Halegua.Contaba con 69 años y 10 meses de edad.
Los diarios con artículos y fotos recuerdan al pintor y profesor desaparecido. Lo sobrevive su esposa hasta el 21 de febrero de 1976.
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